Quevedo visto por Quevedo (divertimento)

 

Quevedo

 

Era Quevedo un escritor barroco, pequeño sólo de cuerpo, una cabeza privilegiada, una pluma bermeja (no hay más que decir para quien conoce la furia y acidez de su vida y obra), los ojos, desorbitados en la expresión, que parecía que miraba las almas, hábiles para desenmascarar apariencias; la nariz, entre “desengaño” e “intolerancia”, porque la decadencia que le rodeaba había agudizado sus sentidos; la cara, descolorida del miedo a la muerte, que, de inseparable presencia, parecía que amenazaba con llevárselo desde la cuna; los sentimientos, le faltaban no sé cuántos, y pienso que por creerlos debilidad, los había desterrado… El habla, inabarcable, brillante, ingeniosa, conceptista, intelectual, satírica, petrarquista, inimitable, desmesurada, moralizante, violenta. Al fin, él era archibarroco y protogenio.

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