¡Qué grande es el cine…grande! Si la literatura es el terreno de la imaginación y la música el de la sensación, el cine lo es de la percepción sensorial cuasi total, la culminación de las artes tradicionales. Una síntesis tan amable que no hace sombra a ninguna de sus partes, y que ha creado su propio modo de contar historias.
Pero el cine es, sobre todo, imagen, por lo que he acompañado estas palabras con un fotograma de una de las secuencias más geniales de la historia, el final de la comedia de humor negro “El verdugo”. Unas paredes desnudas y opresivas no dejan otra salida que una pequeña puerta al fondo: la sala de ejecución. El reo de muerte camina escoltado hacia la muerte; se derrumba; su angustia es terrible, pero es conducido lenta y firmemente por funcionarios y guardias. Detrás, el verdugo, caminando al borde del desfallecimiento, apoyado en otros guardias, arrastrándose en dirección a la sala de ejecución, escuchando tristes palabras de ánimo, negándose a aceptar que está a punto de matar a otro ser humano. Y es esto último lo que nos estremece.
El mejor y más inteligente alegato contra la pena de muerte que se ha filmado.